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¿Qué tienen en común el «El abanico de Lady Windermere» de Oscar Wilde, «Palabras de Amor» de Joan Manuel Serrat y «Sueño» de Puigferrer? La pasión por las artes escénicas en las Viviendas Urrutia.

Entro en las Viviendas con Servicios para la Gente Mayor Urrutia y, nada más entrar, veo a tres mujeres sentadas. Las saludo con besos. Sí, soy de besos. En ese momento observo el espacio y me intereso por el parque que hay detrás. Una de ellas me dice que es el Parque de Nou Barris, una gran zona verde. De hecho, el paisaje tan bonito que estamos viendo se hizo como depósito de retención y regulación de aguas pluviales, para evitar inundaciones en la zona. Así, estamos salvadas de cualquier torrencial, y además, me estoy encontrando muy a gusto.

La jefa de servicio de Accent Social y su directora, Ana y Susana respectivamente, me presentan a las tres mujeres: María Teresa, Rosa María y María Salud. «¡Las tres marías!» -exclamo; «Mujer, en aquellos tiempos, ¡todas éramos María!» – dice Rosa María.

Las tres tienen, como mínimo, una cosa en común:les gusta disfrutar de las artes escénicas.

Artes escénicas para mantener activos el talento y la ilusión de las personas mayores.

María Teresa es la cantante. Una cantante con un oído privilegiado. De hecho, nunca ha necesitado el solfeo para poder ejecutar la voz. Nos comenta que cantar ha estado presente toda su vida: «Relaciono cada momento con canciones que cantaba mi madre cuando era pequeña, o con las que cantaba yo misma a mis hijos, o cantando en una coral donde fui conociendo al que sería mi marido…». Toda su vida está relacionada con personas proyectando la voz en un orden lleno de belleza. Esto te toca muy adentro.

Comenzó a los diecisiete años en el Orfeó Mare Nostrum, del que surgió el reconocido Dalmau González que hizo carrera fuera de España. El hecho es que María Teresa no hizo carrera de cantante porque, tal como dice ella: «Lo que pasa: que te casas, tienes hijos y dejas algunas cosas».

Pero, justamente fue su hija Gemma quien, heredando el gusto por cantar, hizo que su madre se apuntara a la coral Canticorum donde ella cantaba. «Cuando Gemma, que ahora es solista, se apuntó a una coral, me volvieron a nacer las ganas de volver a conectar con el canto«.

La madre de María Teresa puso la semilla y su hija recordó a su madre la belleza y el cómo puede hacerla sentir cantar los temas que más le gustan, como «Palabras de Amor» de Joan Manuel Serrat.

María Teresa es la cantante. Le gusta relacionar los momentos de cada día con canciones que la han acompañado durante la vida.

Rosa María se define como «chismosa del arte». Le encanta. Nos emocionamos todas cuando recuerda el porqué de su nombre. Sus padres le pusieron Rosa María (¡que no Maria Rosa!) con motivo de la película de los años 60 «Rose Marie». De las tres, ella es la actriz. Amante del teatro, de la lectura, de Oscar Wilde y de Juan Tenorio.

Su tío cantaba Zarzuela y su abuelo era apasionado del teatro. «Como la niña estaba sentada y no decía nada, me llevaban a todas las obras y espectáculos». Además cuando estaba en casa y podía, no se perdía los programas de teatro de entonces, como Radio Estudio o Radio Teatro.

Su inmersión en el teatro fue de casualidad, pero también fruto de su valentía. Con quince años estaba en un grupo de sardanas y el director, un día, anunció que en el Romea necesitaban seis chicas y seis chicos para una obra de teatro. Con el consentimiento de su padre -su madre no lo quería- Rosa Maria pisaba por primera vez un escenario. Aunque temblaba de arriba a abajo frente al famoso actor Joan Pere (padre), desde entonces, no ha podido quitarse el teatro de la sangre.

«Cariño, quiero el divorcio» será la próxima obra de teatro de las Viviendas Urrutia, con guión y escenografía de la misma Rosa María. Dos o tres meses antes del aniversario, en octubre, preparan la pieza. Las piezas que hacen son principalmente humorísticas, picantonas. «Son más agradecidas» -dicen las tres.

A Rosa María le encantan las artes escénicas y especialmente el teatro. Es la autora de los guiones y escenografía de las obras que preparan en las Viviendas Urrutia.

 

María Salud siente la sardana bien adentro. Cuando la oyes hablar del baile es toda ella emoción. Aprendió cuando tenía nueve años y a los dieciséis entró en un grupo que competía («la Llavantina»). A los dieciocho, entró a formar parte del grupo que considera el mejor de toda Cataluña: la Colla Sardanista Violetes del Bosc, creada en 1945. «Podíamos pasar todo un domingo ensayando. Por la mañana en el comedor de casa del jefe de la Colla, a las 12h en el Parque de la Ciutadella y a las 18h en la Plaza Sant Jaume».

Ahora todavía forma parte: «Los jóvenes que bailan ahora nos vienen a buscar para ir a ver los campeonatos, para celebrarlo y comer juntos… Somos una gran familia. Cuando estuve enferma, también me vinieron a ver».

Le pregunto a María Salud si podemos bailar alguna sardana, porque he olvidado mucho de cuando bailaba siendo muy pequeña. María Salud, toda emocionada, me coge, me sitúa los brazos y, ante mí, me empieza a recordar como iba la tirada de cortos y largos, el contrapunto… Acabamos bailando juntas con el apoyo de Rosa María para que no caiga. La pasión por la sardana hace que olvide que ya no puede bailar como antes.

Como dice ella, «cuando bailé aquella vez, pensaba que subiríamos al cielo de la energía que desprendíamos todo el grupo. Es indescriptible lo que he llegado a sentir con la sardana. ‘Se lo agradezco todo!». Su recomendación: la sardana «Sueño» de Puigferrer

A María Salud, las sardanas le han hecho revivir momentos mágicos y llenos de energía. Podía pasar todo un domingo ensayando con la colla sardanista.